¿Qué significa el ‘derecho a reparar’?

The following article was inspired by this post from The Guardian

Cuando tenía 11 años, a finales de los años 2000, recibí mi primer teléfono: un Alcatel pequeño y negro. Lo usaba para llamar a mis padres, jugar al Pong y, probablemente, para otras cosas también. Comparado con los teléfonos de hoy, que tienen pantallas táctiles, asistentes de IA y cámaras de nivel profesional, mi Alcatel era muy básico. Sin embargo, ese móvil tenía una característica que aún falta en los smartphones modernos: podía repararlo yo mismo.

Hoy en día, los teléfonos inteligentes como el iPhone parecen diseñados para ser reemplazados en lugar de reparados. Los procesos internos son tan complejos que, a menudo, parecen casi mágicos, y la posibilidad de reparar el móvil sin llevarla a un “Apple genius” se ha visto considerablemente limitada. En contraste, si la cubierta de mi Alcatel se rajara, sería fácil y barato de reparar por mí mismo, un rasgo que echamos de menos en la tecnología actual.

No solo se han vuelto los dispositivos más avanzados tecnológicamente, sino también los fabricantes dificultan a los clientes la reparación de sus dispositivos, imponiendo castigos severos. Por ejemplo, las modificaciones no autorizadas anulan la garantía en las productos de Apple y generan una tarifa elevada si, en el futuro, se requiere su ayuda.

Estos obstáculos contribuyen a un problema creciente: la acumulación de basura electrónica. La ONU informara recientemente que el desecho de productos electrónicos rotos o no deseados está aumentando cinco veces más rápido que el reciclaje documentado. Si la vida útil de los dispositivos se acorta, se desecharán más en la basura y aumentará la demanda de repuestos. Cuando las empresas anteponen las ganancias a la responsabilidad social, la reparación queda a medio camino.

Sin embargo, es posible que hayamos llegado a un punto de inflexión en este asunto: en abril, el Parlamento Europeo adoptó una iniciativa conocida como el “derecho a reparar”. Esto incluye reglas que aseguran que los fabricantes ofrezcan servicios de reparación oportunos y rentables. También requiere que los fabricantes informen a los consumidores sobre sus derechos de reparación para que puedan reparar y extender la vida útil de sus dispositivos. De particular relevancia, las reglas establecen que los fabricantes no pueden negarse a reparar un dispositivo porque ya fue reparado previamente por otra persona.

Desde los cepillos de dientes electrónicos a los portátiles, reparar más y tirando menos es necesario para que las economías occidentales se hagan más sostenibles. Una investigación de Material Focus ha descubierto que los hogares en el Reino Unido acumulan unos 880 millones de dispositivos electrónicos sin usar y tiran otras 103.000 toneladas. Esta pérdida de materias primas le cuesta a la economía unos 488 millones de libras. Fíjate que no solo perdemos dinero y dañamos al medio ambiente por no reutilizar esas materias, sino también por el costo de reemplazarlas.

En una sociedad en la cual hay un artilugio de moda diferente cada año, tiene todo el sentido del mundo que hayamos perdido las ganas de reparar nuestros dispositivos a favor de reemplazarlos y, por consiguiente, consumir más. El “derecho a reparar” representa un paso importante hacia un futuro sostenible en el que el consumidor se sienta empoderado. Pero, al fin y al cabo, el cambio real necesita algo más que la legislación: los peligros que destacamos aquí aplican tanto a los dispositivos electrónicos como al fast fashion, por ejemplo. Para acercarnos a una economía verdaderamente baja en carbono, es crucial que nos alejemos del consumismo excesivo y fomentemos una cultura de reparación y reutilización.

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